Los aplausos de la multitud hacían retumbar el salón de convenciones de uno
de los hoteles más famosos de Paris. La elegancia de esa ciudad combinaba
perfectamente con los gestos y el buen vestir de una de las editoras de moda
más importantes de Europa. Y es que para Debi (Deborah) el buen gusto corría
por sus venas. Tan linda, tan colaboradora en las cenas de recaudación de
fondos de las ONG, con una sonrisa cautivadora al posar ante las cámaras en los
eventos de caridad de reconocidas marcas de ropa mundiales. En definitiva, Debi
era hermosa no solo por fuera sino también por dentro.
Ícono de la moda y referente para muchas mujeres las cuales leían su
revista a diario, Debi sabía muy bien cómo abrigarse con más y más flashes y
elogios, pero lo que nadie sabía es que desvestía y dejaba totalmente desnudo
el corazón de su hijo Leo (Leonardo), un hermoso niño de 4 años con Síndrome de
Down al cual no quería sino más bien lo detestaba, la avergonzaba y hasta lo
escondía del mundo entero.
Histérica, Debi llegaba a casa y gritaba al personal de servicio porque Leo
sacó su cabecita por la ventana, y los paparazzi casi logran sacarle una foto,
con lo cual quedaría revelado su “espantoso” secreto: una de las editoras de
moda más fashion de Europa tenía un hijo con Síndrome de Down.
Al avanzar en la vida, los seres humanos van cumpliendo objetivos como por
ejemplo estudiar la carrera que a uno le gusta, graduarse, tener un buen
trabajo, casarse, formar su propia empresa, conseguir un asenso, entre otros. Te
vas vistiendo mejor, porque tu trabajo lo amerita y tu poder adquisitivo lo
permite.
Entonces, cuando uno va adquiriendo más y más conocimientos de moda, de
texturas de telas, paletas ideales de colores, uno se vuelve más exquisito al
vestir, lo cual no es malo. Pero lo que no debe suceder es que cambie el
interior de cada persona, porque los buenos valores de cada ser humano como el
amor, la amistad, la bondad, la humildad no tienen matices de colores ni
diferentes texturas, sino que crecemos con ellos y debemos cuidarlos para que
éstos queden intactos en el tiempo pase lo que pase.
Que la ropa que nos colocamos para cubrirnos no haga que disfracemos
nuestro interior.
Besos,
Claudia
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