miércoles, 2 de septiembre de 2015

El disfraz


Los aplausos de la multitud hacían retumbar el salón de convenciones de uno de los hoteles más famosos de Paris. La elegancia de esa ciudad combinaba perfectamente con los gestos y el buen vestir de una de las editoras de moda más importantes de Europa. Y es que para Debi (Deborah) el buen gusto corría por sus venas. Tan linda, tan colaboradora en las cenas de recaudación de fondos de las ONG, con una sonrisa cautivadora al posar ante las cámaras en los eventos de caridad de reconocidas marcas de ropa mundiales. En definitiva, Debi era hermosa no solo por fuera sino también por dentro.

Ícono de la moda y referente para muchas mujeres las cuales leían su revista a diario, Debi sabía muy bien cómo abrigarse con más y más flashes y elogios, pero lo que nadie sabía es que desvestía y dejaba totalmente desnudo el corazón de su hijo Leo (Leonardo), un hermoso niño de 4 años con Síndrome de Down al cual no quería sino más bien lo detestaba, la avergonzaba y hasta lo escondía del mundo entero.

Histérica, Debi llegaba a casa y gritaba al personal de servicio porque Leo sacó su cabecita por la ventana, y los paparazzi casi logran sacarle una foto, con lo cual quedaría revelado su “espantoso” secreto: una de las editoras de moda más fashion de Europa tenía un hijo con Síndrome de Down.


Al avanzar en la vida, los seres humanos van cumpliendo objetivos como por ejemplo estudiar la carrera que a uno le gusta, graduarse, tener un buen trabajo, casarse, formar su propia empresa, conseguir un asenso, entre otros. Te vas vistiendo mejor, porque tu trabajo lo amerita y tu poder adquisitivo lo permite.



Entonces, cuando uno va adquiriendo más y más conocimientos de moda, de texturas de telas, paletas ideales de colores, uno se vuelve más exquisito al vestir, lo cual no es malo. Pero lo que no debe suceder es que cambie el interior de cada persona, porque los buenos valores de cada ser humano como el amor, la amistad, la bondad, la humildad no tienen matices de colores ni diferentes texturas, sino que crecemos con ellos y debemos cuidarlos para que éstos queden intactos en el tiempo pase lo que pase.



Que la ropa que nos colocamos para cubrirnos no haga que disfracemos nuestro interior.


Besos,

Claudia

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